domingo, 3 de enero de 2016

Es increíble como el significado de las palabras puede cambiar de un día para otro. Como en la poesía. Cada día cambiando, en movimiento, como un animal libre que solo depende de la luna, o del tiempo, o de si mismo. O tal vez de ti. De cada uno de tus pensamientos, que también varían con la luna, con el tiempo, con tu ardiente y absurda libertad, en ocasiones dolorosa, en otras simplemente un juguete en manos de un niño que solo trata de romper todo lo que encuentra, enfadado con un mundo que no llega a lograr comprenderle. 

Sé que nunca sería una buena escritora, todo buen libro necesita una coherencia que no tengo, una historia que yo no soy capaz de seguir, un argumento que se escapa entre mis manos mientras mi mente cambia de idea cada dos segundos, fugaz como todas las estrellas del firmamento de mi cabeza. 
Siempre he tratado de atraparlas, a las ideas digo, de encerrarlas en la jaula de papel, o de teclas, que encuentre más a mano, hacerlas mías para que no se alejen, pero es imposible.
Normalmente, aparecen cuando me duermo, justo antes de que el sueño me haga suya, de tal forma que puedan escabullirse sin que yo lo note, para levantarme al día siguiente con esa sensación de abandono ya tan característica de todas las mañanas de la vida. 
Lo malo de tener tantas ideas rápidas en la cabeza, es que nunca puedes aclararte con ellas. Se mueven, bailan, no paran quietas, no sabes controlarlas, hacen lo que quieren, se burlan de ti como quieren, aparecen y cuando las buscas vuelven a desaparecer, como pequeñas serpientes que se escurren entre las rocas donde saben que no vas a poder alcanzarlas.

Puede que las rocas sean mi propia mente, que no quiere dejarme aclararme, es más feliz viendo como pasan los días mientras el caos va creciendo, multiplicándose, jugando con la poca coherencia que me queda. 
Las ideas más coherentes siempre parecen las que surgen de madrugada, cuando aún estás despierto aunque no deberías; esas que cuando despiertas al día siguiente resultan totalmente absurdas, te arrepientes, pero ya no sirve de nada, todo está hecho. Y tal vez deba ser así, tal vez debamos dejarnos guiar por los impulsos que aparecen cuando menos te lo esperas, sin pensar. 
Las cosas más bonitas pasan cuando no tratas de racionalizar todo a tu alrededor. 
El problema es que soy una persona racional solo cuando no debo serlo. 

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