Después de tanto tiempo dedicado a ello, diría que no entiendo el amor. Es más, diría que nadie lo entiende. al fin y al cabo, ¿que diferencia hay para que unas veces salga bien, y otras veces tan mal? Yo, por lo menos, no la he encontrado. No se si depende de la física, de la química, de la biología, de la metafísica, de la astrología, o de ninguna de todas esas, de todas a la vez, o de algo que no sabemos todavía.
Puede que, simplemente, se trate de las ganas. De las ganas con las que cogemos las cosas, o las personas. O de nuestra predisposición hacia el amor. Si no le muestras el suficiente interés al amor, probablemente el amor de tu vida puede pasar a tu lado, y ni tan siquiera te des cuenta.
No digo que funcione con todas las personas.
Pero muchas veces, las cosas que si podrían funcionar, no funcionan. Porque no es el momento, o porque nosotros no creamos esos momentos.

Echar de menos.
A veces
Sirve para hacerte sentir más vivo.
Para valorar lo que tienes
Para darte cuenta
De que no siempre
Todo lo que tienes
Permanece a tu lado.
Que en ocasiones cambia la dirección del viento
o eres tu quien cambia el viento
Los aires.
Y entonces comprendes
que el aire no solo te mueve a ti.
Todo a tu alrededor
también puede moverse con el viento
Y volar...

Ganas de correr hasta quedarse sin aire, de saltar hasta que duelan las piernas, de vivir tanto que la propia vida se quede pequeña.

Seguir viendo mundo, olvidando todo lo que el tiempo te hace dejar atrás. 

Al fin y al cabo, la vida siempre da vueltas de campana. La arena de la que estamos formados se deforma a cada golpe, se cambia, de direccion, sentido, orientación. Y cada cambio, nos va conformando. Siempre somos de la misma materia, pero estamos hechos de restos de heridas. O, mas bien, los restos de heridas nos crean a nosotros.
Por mucho que cambiemos, la esencia, permanece, se recrea, vuelve a resurgir entre sus cenizas, siempre presente.