Ese sentimiento. Esa desesperación, profunda, perversa, que te corrompe. Esa desilusión que padeces cada vez que doblas una esquina con ilusión, esperando encontrartelo, incluso chocarte con él. Ese instante en el que te da tiempo para soñar. Soñar que te que caes, y que él te sujeta. Soñar que vuestras bocas se juntan, y que llega ese beso tan esperado, ese beso tal vez robado, pero que tanto ansiabas. Y todo eso para que, nada más girar, todos tus sueños estallen en pedazos, se desintegren y te despedacen por dentro. Y todo sin que tú puedas hacer nada para evitarlo, porque es ley se vida ilusionarse.
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