Analizando en que momento perdí. Buscando cuando, sin darme ni siquiera cuenta, todo se alejó. Estudiando el instante exacto en el que me dejé caer hacia ese agujero negro, que absorbe todas las emociones, y que te tuvo mucho tiempo aislada, en el fondo, hundida y sin salvavidas. Y como al final, para salir de todo, solo hace falta un buen golpe de realidad. Uno que te diga que sigues viva, que sigues siendo tu. Que sigues pudiendo con todo, aunque estés sola. Que puedes volver a brillar. Que todavía queda luz dentro de ti. Que, pese a todo, sigues siendo fuerte, y valiente. Que sigues sin tenerle miedo a la vida, y que tan solo necesitas libertad, libertad y tiempo. Tiempo, aire, vida. Luz.
Y que no hace falta que nadie te salve. Que llega la calma, y ahí, es donde vuelves a encontrarte a ti misma. Y donde puedes, por fin, volver a ser feliz. Donde acaba la guerra. Donde, por fin, eres suficiente. Al menos para ti misma, y eso es lo que importa. Y donde te das cuenta, por fin, de que nadie es imprescindible. Solo tu, para ti misma.
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