Cariño, sólo quería decirte que gracias, eternas gracias por haber entrado a mi vida aquella (horrible) noche en Copérnico, esa que pudo ser una más y no lo es porque significó tantísimo para mi, para nosotras, que quedará marcada como una de las noches más raras (no digo diferente, digo rara) y especiales de mi vida. Aquella noche conocí a una persona increíble, que brilla con luz propia sin necesidad de apagar el brillo de los demás. Creo, y tengo la ligera certeza de que no me equivoco, que eres una de las personas que más ha marcado y marcará mi vida, sin duda. Nunca, nunca olvidaré la inmensidad de momentos que he vivido contigo en 4 meses porque sin lugar a duda, parte de la felicidad que siento viviendo donde vivo me la proporcionas tú. Gracias por las risas, la alegría que contagias al llegar. Gracias por escucharme, por llenarme de vida, por estar ahí siempre cuidando de mi. Dicen que quien tiene un amigo tiene un tesoro, y tienen razón. Pero tú eres más que una amiga, eres una hermana, una compañera de aventuras, de vida, de borracheras y de resacas. De noches enteras escuchando a Andrés Suárez y a Bely. Muchos podrían llamarlo rutina el pasarnos veinticuatro horas juntas. Yo creo que son buenas costumbres. Y las cosas buenas no deberían cambiar nunca. Te quiero tantísimo que hasta a mi me cuesta creérmelo gatito. Espero seguir descubriendo, siempre contigo gatito.
Te quiero gatito bonito, gracias por todo.
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